El concepto de ciudadano solo se entiende en relación a un estado, y en ese sentido la interpretación más habitual se remonta al estado moderno. Un ciudadano es tal cuando se somete a las regulaciones y beneficios del estado: acepta someter sus conflictos, posee formas de participación, adhiere a obligaciones como el respeto por el conjunto, etc. A partir de internet un ciudadano activo pasa a ser un internauta de la gran aldea global. El estado es reemplazado por la aldea en el sentido de que el ámbito no posee casi regulaciones, el ámbito que nos engloba y comunica no ejerce limitaciones. Ahora bien, en internet se puede promover la campaña más xenófoba, la violencia y otras mezquindades humillantes, el primer paso sobre un terreno fructífero será encontrar y someternos a reglas básicas que posibiliten una comunicación efectiva, duradera, extensible, o sea la práctica social se lleva a las redes sociales que parece ser el ámbito más prodigo en la red.
La incorporación de Internet a la democracia ha supuesto nuevas posibilidades de relación entre ciudadanos y representantes y entre los mismos ciudadanos, ofreciendo innumerables posibilidades para la actuación política.
Los procesos únicamente virtuales no pueden garantizar todavía una participación democrática de los ciudadanos en la toma de decisiones públicas.
Los ciberactivistas son jóvenes que interactúan en la red y la web 2.0 transmitiendo contenidos de su propia elaboración y abriendo espacios para debatir con otras personas y expresar sus demandas al mundo.
Sin embargo, con cierto tipo de coordinación, estos sitios evolucionan de espacios meramente dedicados al intercambio de opiniones en verdaderos centros de acción política. La política en muchos casos ha sabido reformular sus estrategias con el fin de aprovechar esta renovada interacción que ofrece la cibermilitancia. De tal modo, dejan de involucrar a meros ciudadanos individuales y comienzan a congregar militantes, partidos e incluso políticos y funcionarios.
A tal punto este tipo de campañas participativas han entrado en juego en Argentina, que se ha manifestado de múltiples formas y en diversos espacios políticos.
Pero aquel fenómeno que mayor impacto tuvo en Argentina fue la “militancia K”, encabezada por diferentes campañas impulsadas por muy diversos integrantes y simpatizantes del Frente para la Victoria, en torno a la pareja Cristina Fernández y Néstor Kirchner.
En primer lugar, y como núcleo de este ciberactivismo, encontramos el PJ Digital, que desde el 2009 está constituido por jóvenes que producen contenidos para el ciberespacio y en los que colaboran, opinan y comentan tanto dirigentes como militantes. Allí se publican noticias, transmiten streams en vivo con entrevistas, dictan capacitaciones online y difunden blogs de activistas, como La Juventud y Néstor.
Otras plataformas que comparten su función son Militancia Kreativa, quienes se autodefinen como “un espacio de militancia no tradicional”, que busca combinar el espectro artístico con la e-política. Y también y no menos relevante, Bloggers en Acción.
Estas experiencias abrieron los ojos de muchos políticos sobre las posibilidades que ofrece la cibermilitancia en Argentina, y este año otros políticos y partidos también están inaugurando sus propios espacios para lograr una fuerte identidad en el ciberespacio. En el 2011, siendo un año electivo en Argentina, las campañas prometen muchas transformaciones a nivel 2.0. Esperemos que los políticos sepan aprovechar el potencial de estas herramientas y las utilicen correcta e inteligentemente.